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Reuniones: miércoles o los jueves de 14:30 a 15:30 en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Aula 3204-B.



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sábado, 17 de abril de 2010

Insomnio


La lluvia golpeaba con fuerza en el cristal de su apartamento. Nueva York, nunca descansaba, y las luces de los edificios seguían dibujando sus siluetas en la inmensidad de la noche. Como tantas otras veces había tenido que abrir la ventana por el calor agobiante que le asediaba por las noches pero le gustaba espiar a la ciudad dormida por las rendijas de su torcida persiana. Como si se tratara de un teatrillo de sombras chinescas, le excitaba pensar que nadie le veía mientras él se sentía el único observador y disfrutaba del espectáculo que todas las noches tenía lugar en las ventanas de sus vecinos. Era testigo de todas y cada una de las cosas que ellos hacían protegido tras la seguridad de sus persianas. Muy pocos habían sido lo suficientemente prudentes como para instalar dispositivos como tras el que él se encontraba. La verdad es que sus vidas resultaban tan transparentes como simples y de la misma manera era extremadamente simple acceder a ellas para todas aquellas personas que hubieran estado interesadas en ello. Parecía que a nadie le importase si su intimidad se podía ver violada, la gente ya no tenía pudor y la palabra discreción no se encontraba por la letra D de ninguno de sus diccionarios. Sólo otra cosa era capaz de perturbar el contraste entre luz y oscuridad y un reflejo iluminaba sus caras con tonalidades mortecinas y permanecía provocando el resplandor en las paredes de las habitaciones incluso cuando se hallaban vacias.
Nunca se fijaba en una sola ventana, porque el efecto hubiera sido el mismo en cualquiera de ellas, y su mirada se dirigía rápidamente hacia la más mínima muestra de movimiento. Se sentía cómplice de todas aquellas personas al conocer su interior cuando ellos se creían sólos. Nunca habría pensado en traicionarlas y a veces quería él también ser vigilado para estar seguro de que nunca lo haría. También le gustaba la idea de que alguien en la oscuridad de alguno de esos negros agujeros le estuviera observando y se sentía menos sólo ya por el mero hecho de pensarlo. Jugaba a descubrir y contar cigarrillos solitarios en la oscuridad de las ventanas, muchos acompañados por charlas en su mayoría telefónicas, aunque el ruido de la gran ciudad no le permitiera escucharlas. No hacía falta porque podía imaginárselas como si fuera él mismo quien las mantuviera y las preocupaciones que aquellas conversaciones transmitían resultaban en ocasiones más difíciles de extinguir que las propias colillas.
A veces, miraba con nostalgia escenas familiares o lo que intuía que podían ser niños en pijamas de ositos corriendo por los pasillos intentando retrasar lo más posible la hora de acostarse mientras sus padres no veían el momento de meterlos en la cama para dedicarse a ‘’cosas de mayores’’.
Permanecía allí frente a su ventana, como único testigo de la evolución de la noche y de las pasiones humanas, siendo juez de sus emociones y crítico de sus acciones. Su posición privilegiada, atrincherado detrás de la protección de su persiana, le convertía en un narrador omnisciente de una historia qué sólo en su cabeza cobraba sentido.
Poco a poco su curiosidad se solidarizaba con la del resto y se dejaba llevar hacia donde Morfeo disponía. Entonces la verdadera historia tenía lugar, y soñaba hasta que el alba atravesaba los ojos de la persiana y le sacaba de su efímero estado para devolverle a la realidad.
En su cabeza ponía banda sonora a las actuaciones de aquellas marionetas sin hilos y no había noche que no se representaran pasiones como la del ‘’Titanic’’ o que algunas notas de ‘’La vida es bella’’ no resonaran en sus adentros o no fueran verbalizados los diálogos más calurosos de American Beauty, mientras el rayo de luna se reflejaba en sus pupilas atentas. Pero conocía el precio a pagar por su vicio y por ser el guardián silencioso de todos aquellos secretos, los más profundos de las personas, y por eso no se sorprendió cuando, desde el otro lado del patio de vecinos, alguien estaba dirigiendo el afilado cañón de una pistola directamente hacia él.

3 comentarios:

  1. Molan los retratos que haces de la peña, me e despistado un poco con la puntución y no ze zi ezta exo a posta o no, esto es parte de algún ejercicio??? : )

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  2. Si, la verdad es que la puntación parece...¿cómo era?...sí, hombre, sí...tiene nombre de uno de esos higos cubiertos de chocolate...¿rabdómeros? ...¿rabitos? ...DE RABO!!! Eso es, la puntación está de rabo!
    jajaj (nunca había escrito esta palabra antes y si ya suena mal,la verdad es que vista así, es horrible)
    DERABODERABODERABODERABODERABODERABODERABODERABODERABODERABODERABODERABODEROBAGARROBAALRABOLEARBOLARABOLALABORALALGARROBA
    algarroba!! eso está mejor!!
    JAJAJJA

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  3. ah! y tranqui, que esto no son deberes, pero dado que se trata de un blog sin censura, me dedico a colgar todo lo que se me antoja. Este sídrome uplodiano sólo se debea una conjunción de factores: mucho tiempo libre, pocas ganas de estudio y un mono negro con bubú rojo que teclea al oído todo lo que voy diciendo (y qué cabrón, va a toda pastilla!)
    ASÍ QUe, ya sabes, la culpa de las comas al mono que a veces no sabe captar mi entonación:D

    jajjaj

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