A la calle del Sil 12, por favor. Recorrido más corto desde la calle del Majuelo: según te encuentras en la calle del Majuelo, la primera a la izquierda, llegarás al Paseo de las Acacias, todo para abajo, una, dos, tres, cuatro calles, hacemos la rotonda de Embajadores, cinco calles más por la Ronda de Atocha y llegaremos al hotel Mediodía, atravesamos la Calle Infanta Isabel para coger la calle Alfonso XII, todo para arriba, a derechas rodeamos el retiro, después giramos en Alcalá y a la izquierda cogemos Velázquez, pasamos Goya, Hermosilla, Don Ramón de la Cruz, …mmm…¿Ayala?...¿iba antes?...Sí,Ayala…Lista, Padilla...giramos a la décima,…No,todo recto,ahora sí: giramos por Guturbay, hacemos la rotonda, la primera a la izquierda, bajamos tres calles más (Echegaray, Marco Antonio y Condesa de los Fresnos), la siguiente a la derecha, hacemos el stop, embragamos a fondo, cogemos aire y …mierda esa está prohibida.
Le quedaban 48 horas para el examen y todavía tenía que aprenderse los nombres de más de 200 calles, rotondas, plazas, pasajes, puentes, viaductos, avenidas, paseos, travesías, rondas, carreras, corredores, campillos, puertas, postigos, plazuelas, cuestas, glorietas, cañadas, sendas, costanillas, pretiles, callejones, galerías, riberas y otras tantas vías que con mucho gusto él hubiera unificado en un gran descampado con ayuda de un lanzacohetes marca Nibo y un par de grandes incendios estratégicamente provocados.
Como ya no llovía, había decidido volver a casa andando e ir repasando el examen. Además, no tenía ninguna prisa por llegar a casa: pensó en su chico y lo bien que se lo estaría pasando en el viaje de promoción; y ,si al menos su compañera de piso no se hubiera ido también, en casa le esperaría algo más que un par de ratones despeñados en la nevera y un presentador de noticias vestido de tigre tratando de llamar la atención del cuero del sofá.
Al pasar por el parque, tanto la tentación en forma de banco al sol como el callejero que le pesaba en la espalda, fueron suficientes para que se sentara e intentara estudiar un rato.
Sacó sus apuntes con los más de 60 recorridos que se consideraban indispensables para aprobar el examen y trató de concentrarse.
Calle de Cantarranas, del Tribulete, Mesonero Romanos, Alcanfor y Camillo José Cela. Paseo de las Acacias, Paseo de la Castellana, de la Habana, de la Constitución, de Recoletos… Nunca lo conseguiría. Tal vez si cambiaba el método le rendía más. Cogió el callejero con una mano, lo sostuvo a un lado de ella, cruzó las piernas, se tumbó boca arriba y hasta de costado, e incluso se cambió tres veces de banco pensando que era allí donde residía el problema.No podía estudiar. Pensaba en lo poco atractivo que le resultaría el eco de sus pisadas y no le apetecía nada llegar a casa. Tampoco las persianas sin levantar y las puertas cerradas le agradaban. Tendría que ponerse la música a todo volumen para amortiguar un poco aquel silencio espeluznante. Se sentía rara, como si hubiera comido hojas de lombarda cruda, y pensó en darle salida a todo eso. Volvió a las calles, pero decidió no engañarse más y sacó el bloc de camarero dónde escribía sus poemas.
No había escrito aún unas pocas letras cuando su cuadernillo se oscureció y, como un acto reflejo, lo cerró de golpe.
Hola, dijo el eclipse.
Hola, contestó algo sorprendida.
¿Qué tal moza?
Pues…muy bien…aquí, tomando la fresca.
Ah, ¿y qué haces?
Pues intentaba estudiar para un examen que tengo dentro de dos días, pero son demasiadas cosas.
Eso está muy bien, dijo sentándose demasiada cerca de ella en su barco. ¿Y de qué es el examen?
De calles de Madrid.
COmo pesó que iba resultar difícil que aquella conversación no resultara incómoda al menos para uno de los dos, seguidamente añadió que era para ser taxista.
Son un montón y me hago un lío horrible pero las que son graciosas como Calle de la lechuga o la de la Alegría de la Huerta, se me quedan bien.
Pues mira, ahora mismito yo vengo de jugar al mus con los amigos en la calle Montalva de Pilila. Seguro que esa ya no se te olvida.
Jeje, seguro que no y se lo agradezco. Además, eso está aquí al lado. Yo vivo en la que corta. Qué juega, ¿en un bar?
Que va, en un centro de mayores, pero entre tú y yo, eso está lleno de viejos.
Susurró bajando la voz mientras le guiñaba un ojo y le rozaba una pierna.
¿Quieres un caramelo? Los acabo de comprar en la esquina.
Nunca aceptes caramelos de desconocidos.
No…muchas gracias, acabo de comer.
Quería parecer tímida por educación.
Sí, hombre, sí, que tengo un montón.
Se rebuscó en los bolsillos de la chaqueta de tweed marrón y de abuelo que llevaba y sacó una bolsa enorme llena de botones marrones.
Bueno, dijo sonriente para no parecer desagradecida, depende de qué sabor.
En el fondo le daba igual el sabor pero trataba de ser coherente consigo misma.De pronto, se sintió obligada a decir algo mientras rechupeteaba el Solano en su boca.
Por cierto, ¿cómo se llama?
Me llamo Juan y no me llames de usted, que me hace más alto. ¿Y tú bonita?
Me llamo Marta.
De nuevo le tocó un brazo para ayudarle a ponerse la chaquetita que traía consigo más por pudor que por frío.
Gracias. Vale, pues Juan, ¿a qué te dedicas?
¡A nada!
Exclamó sorprendido.
Llevo quince años jubilado y ya no hago más que jugar al mus de vez en cuando y asaltar a lindas jovencitas en los parques.
Rieron, él con ganas y ella nerviosa. Era el momento de recordarle de dónde venían las ‘’lindas jovencitas’’.
Y dime, ¿tienes nietos Juan?
No, tengo una hija. Funcionaria del Estado por convencimiento y soltera de profesión. Está ahora en casa, cuidando de mi mujer que está muy mayor y tiene osteoporosis. Me he parado aquí para descansar y porque voy bien de tiempo pero en cuanto llegue a casa, mi hija se marchará y yo me quedaré vigilando a que a la viejita no le entren ganas de bailar y se rompa una rodilla. ¿Quieres tomar algo?
No, qué va, muchas gracias.
Ojeó el reloj del móvil.
De hecho me tengo que ir ya, tengo inglés dentro de un ratito y hasta que llegué…
Pero si por tomar algo no pasa nada… y tú, ¿tienes abuelos?
Si, tengo a los cuatro. Una suerte. También viven en Madrid pero no les veo mucho. Una tiene Alzheimer y está en una residencia.
Tienen mucha suerte de tener una nieta tan guapa.
Ya estamos.
¿Y tú tienes algún nieto, Juan?
No. Mi hija no tiene pareja pero me encantan los niños y por eso llevo siempre montones de caramelos encima. Dime, ¿no quieres tomar algo?
No, de verdad que no.Me tengo que ir. Pero bueno, gracias por el Caramelo. No suelo venir mucho por el parque pero ya nos veremos. Recuerda que soy del barrio.
Dame el teléfono.
Se puso de pie y sacó lo que parecían un puñado de tickets del Día y cartillas de la quiniela. Finalmente, encontró una plumilla roja y miró a la chica ilusionado.
660241989, cuando quiera, llámeme y le contaré si he pasado el examen.
Gracias.
Se despidieron con un sincero apretón de manos y una sonrisa en los labios.
Ha sido un placer.
+++
Cuando llegó a casa, se acordó de lo que estaba escribiendo en su bloc justo antes de que llegará Juan. Fue a su mochila lo releyó y en vez de continuar con el poema que había empezado, tachó la palabra ‘soledad’ que había escrito, y empezó a escribir un cuento de hadas.
sábado, 24 de abril de 2010
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