Reservé ocho sillas en el famoso bufete “frustración y fracaso”, todas para mí, me iba a dar un atracón con todos los sentimientos que me llevaban molestando desde aquello; la concha de tortuga que me protegía se estaba agrietando por el desgaste del tiempo, que en estos casos como todo el mundo sabe es una factor a tener en cuenta. Mi intención era tragármelos de una sentada todos ellos y reconvertirlos en algo útil porque mi vida se desmoronaba, como un edificio de la época colonial, antaño símbolo del poder varonil en tierras ignotas y ahora una carcasa comida por vegetación putrefacta y lóbrega; me estaba vaciando poco a poco del mundo exterior para ir a vivir a un lamentable estado de conciencia más parecido a un purgatorio autoinfligido que a los sueños que habitualmente moran en las seseras de los hombres, entré con arrojo y recibí dignamente un escupitajo del camarero, no iba a marcharme sin probar el menú, que yo mismo había guisado a fuego lento en una marmita oscura que rezumaba corrupción.
Empecé con un sanguinolento filete sazonado con envidia, que nada más comenzar se me atragantó, tenía unos nervios que no se desharían ni aplicando un taladro, los dientes resbalaban intentando cortarlos y rechinaban al chocar entre ellos, se fue creando una bola que estuvo a punto de hacerme vomitar así que tuve que escupirlo, tenía el regusto amargo de la sangre coagulada en la boca, grumos marrones me resbalaron por las comisuras y acabaron manchando el blanco mantel. Asqueado hasta límites insospechados cogí un vaso y le eché agua procedente de los mismísimos manantiales de “odio”, sabía terriblemente a azufre y hedía peor que el cadáver de un abogado, según me acerqué el vaso a la boca me entraron arcadas y cuando mis labios entraron en contacto con el agua se abrasaron, pues el agua estaba hirviendo, los ponzoñosos vapores hicieron el resto y me puse a toser pensando que se me debían de estar saliendo cuajarones de pulmón y recé por mis pobres alveolos reventados.
Miré hacia los espaguetis y se me ocurrió que nada peor que el filete y el agua podía ser aquello, los espaguetis; había más espaguetis que cualquier otra comida, espaguetis “a los celos”, una mezcla caustica, no me deje engañar por su sabrosa apariencia que tan malas jugadas me había gastado anteriormente, los olisqueé y los probé chupándome el dedo después de haberlo impregnado en la salsa...nada, absolutamente nada, incluso estaban buenos, decidido a poder por fín probar bocado me metí una buena cantidad entre pecho y espalda de unos espaguetis largos y gruesos como lombrices, todo salía a pedir de boca, y cuando me atrevía a vislumbrar que otra sorpresa me habría reservado el chef noté cómo los espaguetis tocaban fondo en mi estomago, entonces empezó. Todo el recorrido entre mis intestinos y el esófago se convulsionó, formando una enredada madeja de nudos, si vomitaba me iba a quedar sin tripas, me caí al suelo resollando por el dolor, los celos son así, te desarman y luego te engullen con la fuerza de un agujero negro, pero desde dentro, además tienen unos cuantos efectos secundarios que no vienen en ningún prospecto sobre el amor: impotencia, frustración, odio, a ti mismo principalmente y otros muchos no menos inolvidables y destructivos; acabé gimoteando y babeándome sin fuerzas siquiera para pedirle a alguien que pusiera fín a mi desgraciada existencia, la garganta desollada por el esfuerzo seguía debatiéndose por que los espaguetis atoraban mis conductos, me estaba ahogando...sólo después de desmayarme, de esto me di cuenta cuando me desperté, pude ver la masa informe y hematocroma que era el resultado de la mezcla de los ahora, jodidos, espaguetis y mis últimos vestigios de una alimentación normal para el resto de mi vida...¿cómo coño llegue a parar aquí? ¿es esto todo resultado de mis malas obras o he estado engañándome demasiado tiempo? Joder...es que..esto no era así, ESTO NO ERA ASÍ, el amor solía ser algo por lo que dar hasta tu último aliento, una estufa permanentemente encendida en tu caja torácica, un seguro de por vida contra el desánimo y la falta de metas y ganas de vivir, ahora me acosa la insustancialidad, la insulsidad, los remordimientos se esconden entre las sombras que proyecta mi cuerpo. El sol no calienta, quema. El frío no alivia, corta. El amor no resucita, mata. Yazco agonizante, vuelvo al polvo, deseando no haber salido nunca de él, no sé quien cojones se creyó con derecho a torturarme con la vida, el desengaño definitivo, no nacemos para sufrir, nacemos para morir, de tristeza y soledad.
06/02/08
lunes, 31 de mayo de 2010
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Bueno nunca pensé que publicaría algo así, pero me he levantado con ganas de guerra y como no quiero dejar que el blog agonice en verano lentamente he decidido publicar!! Como veis es de hace bastante tiempo pero vamos, muy autoflagelador jaja nos vemos!
ResponderEliminarguau Pablo! Me parece muy original y muy adecuado describir el amor como una indigestión!!:D Pero no te flageles, jeje por suerte siempre nos quedará el postre!! (por cierto, que mi hermano estaba cenando espaguettis mientras le leía esto, coincidencia??)
ResponderEliminarLa verdad es que lo he publicado sin leerlo previamente jaja y lo mismo es muy dramatico emo pero bueno, tenia tu hermano cara de atragantarse?? jaja si la verdad es que es un simil guay,s e me habian ocurrido algunos otros tb con comida! debo de ser un zampabollos en secreto XD
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo!
ResponderEliminarHas conseguido que me hallan entrado hasta arcadas, mejor cumplido que este...XD
Me alegra que te animaras a publicarlo, creo que sin duda transmite muchÍsimo, es un cÚmulo de sensaciones y te hace sentir como tu estabas en ese momento.
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