Para gustos...

  • "Si me necesitas, llamame". Raymond Carver
  • "El ojo". Vladimir Nabokov
  • "Tokio blues". Haruki Murakami
  • "La conjura de los necios". John Kennedy Toole
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  • "La espuma de los días." Boris Vian

Información y contacto

Reuniones: miércoles o los jueves de 14:30 a 15:30 en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Aula 3204-B.



Para contactar manda un correo a carol_14__@hotmail.com , os contestará Carla, que es un poco arisca. No es por meterme con ella, simplemente es una palabra sonora, por tema de publicidad litetaria...


lunes, 26 de julio de 2010

Peña Oroel

Y aquí estoy yo. Pero, ¿realmente estaba? La luz de mi habitación entraba de forma azulada por los vidrios plomados pues se reflejaba en la pintura de la mesilla y de las contraventanas y estás eran del color del cielo. Desde lo alto de mi palacio se veía la Peña al fondo. Peña del Oro. La habían llamado así los que alguna vez conocieron sus minas de este metal repugnante. Ahora el único oro que bañaba sus colinas era el mullido espinal de brezos que se extendían por sus faldas tentando a monjas y a excursionistas a sentarse sobre sus flores amarillas intensas. Una cruz de acero de grandes dimensiones bendecía a todo el valle desde la escarpada cima que se recortaba en el horizonte recordando a la nariz de algún cantautor flamenco.
Cuando nosotros llegamos al parking del parador, un montón de coches se encontraban mal aparcados bajo las sombras de los pinos. Nos agarramos a nuestros bordones de pastor y mirando hacia arriba, hinchamos el pecho y soltamos palabras de ánimo destinadas a nosotros mismos y al resto del orgullo que nos quedaba. Comenzamos la marcha escoltados por nuestras más leales fieras que trotaban monte arriba, yendo y viniedo, desatando su instinto y recorriendo, en el mismo tiempo, cinco veces más distancia que nosotros. Al principio no notamos mucho que estábamos subiendo. Las piernas caminaban solas sabiendo exactamente que senderos seguir y cuáles resultaban demasiado peligrosas para miembros poco entrenados. Según progresaba nuestro ascenso la vegetación a ambos lados del camino iba cambiando y aunque al principio nos rodeara un bosque de pinos y escasa hierba a sus sombras pronto nos vimos rodeados por majestuosas hayas de cuento cuyas ramas no dejaban pasar la luz. Así, sumidos en la más inmensa de las oscuridades proseguimos nuestro ascenso a tientas. Seguíamos custodiados por nuestros dos canes y eso nos protegía de cualquier mala bestia que nos saliera al paso. Dicen que los más peligrosos son los muerdeavispas pero también cuentan que puedes captar su olor antes de que te aparezcan. Así que no dejé que el miedo me corrompiera esperando a que no fuera demasiado tarde y mi sudor no me hubiera delatado ya. Eché un vistazo a mis espaldas y no alcancé a vislumbrar más que las luces tenues del restaurante del parador. Habíamos subido bastante y el cansancio comenzaba a mendigar una parada para descansar.
Comí sin hambre y sin ver lo que estaba comiendo mientras reposábamos un poco bajo lo que ¿sería un haya? De pronto me di cuenta de que hacía tiempo que no oía a mi compañero. Imposible que se hubiera quedado atrás, es mucho más fuerte y ligero que yo. Probablemente estará esperándome arriba. Pero pese al intento de tranquilizarme, un cierto nerviosismo fue creciendo en mi interior. Intenté llamarlo a gritos pero las palabras no salían de mi garganta y pronto sentí una inconmensurable angustia. Mis manos buscaron desesperadamente el camino pero no encontraron más que rocas y raíces puntiagudas que me lastimaban la piel: me había salido de la senda y ahora podía escuchar el graznar de cientos de cuervos que me miraban y que se relamían sus picos con sus ásperas lenguas.
Aterrorizada eché a andar sin rumbo hacia lo que creía la cumbre. En mi desesperado ascenso me llevé enredadas en el pelo telarañas, nidos de guriones e insectos y rezaba porque lo que me acababa de quitar del hombro de aspecto gelatinoso y resbaladizo no fuera un aspid. Caminé corriendo hasta que necesité de mis manos para seguir escalando la montaña y saltando troncos caídos. Mi cara estaba a menos de 20 cm del suelo y sentía el polvo resecando mis labios. Los ruidos de los animales me perseguían y yo no pensaba más que en seguir corriendo y alejarme. Alrededor todo se volvió más oscuro si cabe y los perros ya no ladraban. Me puse de pie totalmente desorientada y pronto la oscuridad desapareció pero no noté ninguna diferencia a parte de que mi respiración se paró.


Cuando desperté ya era de día y mi compañero desayunaba una manzana con piel sentado en la vereda. Sin saber muy bien cómo, habíamos llegado a la cima y nos encontrábamos al pie de la inmensa cruz que ahora era mucho más grande de lo que parecía desde abajo. Otros domingueros madrugadores ya volvían de su excursión e iniciaban el descenso. Me asomé al barranco. Estaba en la punta de aquella nariz de conglomerado y a mis pies todo el Alto Valle se extendía y se perdía a lo lejos donde todo lo que conocíamos perdía su nombre empezando por la niebla. Brouillard.

Pensé en lo mucho que me gustaba aquello: Jaca no tiene mar, pero tiene cumbres que coronar.

2 comentarios:

  1. Jou creo que somos opuestos en eso, a mi no me gusta nada ambientar en España ni en sitios conocidos, prefiero evadirme a sitios exoticos o "miticos" como pueda ser NY, que no conozco... por un memoento pense q iba a ser una narración de miedo!! jaja oye como haceis para encajar todos los tiempos verbales donde tienen que estar? por ejemplo en:

    De pronto me di cuenta de que hacía tiempo que no oía a mi compañero. Imposible que se quedado atrás, es mucho más fuerte y ligero que yo. Probablemente esperándome arriba.

    No pondrias mejor estaría al haber usado un condicional antes?? yo es que me rallo un monton con esas cosas, : D

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  2. Depués de tan prolongada ausencia me pronuncio, jeje.

    Yo creo que sería más correcto usar el condicional porque la narración está toda ella en pasado, pero escribiendo la segunda oración en futuro se puede interpretar como el pensamiento del personaje en el momento en que transcurre la acción que está contando.

    Por cierto Pablo me ha gustado mucho tu relato ¿Por qué decías que no escribías?

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