Para gustos...

  • "Si me necesitas, llamame". Raymond Carver
  • "El ojo". Vladimir Nabokov
  • "Tokio blues". Haruki Murakami
  • "La conjura de los necios". John Kennedy Toole
  • "In the mood for love". Wong Kar Wai (pelicula)
  • "La espuma de los días." Boris Vian

Información y contacto

Reuniones: miércoles o los jueves de 14:30 a 15:30 en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Aula 3204-B.



Para contactar manda un correo a carol_14__@hotmail.com , os contestará Carla, que es un poco arisca. No es por meterme con ella, simplemente es una palabra sonora, por tema de publicidad litetaria...


martes, 21 de septiembre de 2010

Futuro, parte VII

De repente me desperté y entreabrí los ojos, sólo para volver a cerrarlos, un cumulo-nimbo de espumosa (y gelatinosa) sangre escarlata había destellado con toda su gloria en mi cráneo, no sentía los miembros y tenía el rostro situado boca abajo directamente en contacto con el suelo, empecé a oír voces a mi alrededor, pero no lograba discernir nada, los ojos me lloraban y recuerdo haber gemido y resoplado, ni siquiera se me permitió gritar, como si un punzón candente me hubiera atravesado la cabeza de punta a punta, pensé me habían abierto como quien desgaja una naranja...al cabo de un rato empecé a distinguir los sonidos pero un pulsión intermitente en la sien me avisaba de que en las siguientes 48 horas iba a tener el peor dolor de cabeza de la historia universal, lo que antes había interpretado como varias voces era en realidad una sola, con un timbre femenino e imperativo - ¡¡Como muevas un puto pelo te remato!!- chillaba la voz, me hubiera gustado responderle que de hecho no hubiera podido hacerlo aunque de eso dependiera mi vida, me atreví a abrir los ojos porque necesitaba saber si no me había quedado ciego, veía borroso, como si me hubieran puesto unas gafas con 700 miopías, vislumbré una sombra moviéndose, acercándose y alejándose de mí, me entraron arcadas y convulsiones, me vomité encima y estuve a punto de ahogarme, cada vez que me pinzaba sentía como si mi cabeza se estuviera vaciando a presión por un agujero practicado en el hueso, me desmayé...
Oí un clap y un viejo gruñido conocido seguido de un leve temblor al arrancar, nos pusimos en movimiento, la luz solar me cegó momentáneamente mientras comenzaba a recordar, mi acceso a la memoria fue breve y desconcertante, era como mirar una película en un televisor que estuviera en el fondo de una piscina, los sonidos y la imagen distorsionados totalmente, pero reconocí al instante donde me hallaba, porque me era terriblemente familiar, ahí mismo había dormido yo apenas hacía una semana, era mi Ford Mustang, bueno...mío era un decir, en ese mismo instante me llegaron el olfato y el tacto de dos maneras inconfundibles, el hedor agrio del orín y la sensación de humedad que lo acompaña, la vejiga no aguantó el punto muerto donde la deje al desmayarme y esta era mi recompensa, me sentí ligeramente avergonzado por la situación, hacía una eternidad que no me pasaba y encima delante de un ser del otro sexo, apodado “el débil” por algún lumbreras que no estaba en su momento de mayor lucidez. La situación no estaba para tirar cohetes y todavía no me atrevía a hablar, no fuera a ser que apretara otra vez el botón de la inconsciencia, ahora si perdía el sentido podía ocurrir cualquier cosa y no me entusiasmaba la idea de llegar al límite.
A través del espejo retrovisor, bastante lleno de suciedad debo añadir, vi un entrecejo fruncido. Unos labios carnosos, húmedos y sugerentes perpetuamente haciendo un mohín. Un cabello negro treméndamente tupido cortado probablemente con cuchilla. Y unos ojos grandes, unos ojazos de un color indeterminado entre el marrón de una madera suave y cálida y el verde follaje de un frondoso bosque del jurásico. Era una valkiria del siglo XXI. Mortalmente peligrosa. Inequívocamente segura de sí misma. Sin remordimientos. Rápida. Silenciosa y... fastidiosamente astuta.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Futuro, parte VI

Tenía gasolina para rato, la moto no debía gastar más de un par de litros a los cien y encontré también una garrafa que llene lo que pude de fuel, con cuidado de que no se derramase; ahora volvía a dormir al raso, usando parte del combustible para encender el fuego en el desierto, con unas poquitas ramas resecas y alguna que otra página de mis libros, en total mi alforja debía de pesar unos cuantos kilos, puede que más de diez, y como el resto de mi atuendo estaba compuesta por un sinfín de añadidos que le había ido otorgando con el tiempo, amarrándolo todo con hilo cosido o imperdibles, mis cálculos indicaban que si no me abastecía duraría con la moto menos de una semana cabalgando de 4 a 5 horas al día, y luego de vuelta al camino, antes podías recorrer a dedo todas las carreteras del país en un periodo de tiempo pasmosamente corto, siempre encontrabas a alguien a quien no le importaba llevarte hasta el siguiente pueblo, o dejarte en la próxima gasolinera.
Ahora me encontraba atravesando una ilimitada llanura, no se veía ninguna luz por los alrededores cuando anochecía, sólo si miraba hacia arriba, tampoco se veían signos de vida, la moto y yo tosíamos el polvo que se acumulaba después de la jornada de viaje, el polvo, obturaba mis vías respiratorias y el motor, los filtros que permitían una entrada limpia de oxígeno a los cilindros y que garantizaban la combustión, así que todos los días los vaciaba del maldito polvo. Cuando tenía a mi disposición mil maneras diferentes de pasar el tiempo, como alucinar con lo último en holografía 3D en los holocines que había en las afueras, o asistir a conciertos virtuales de cualquier artista de California (no tenía tanto dinero como para permitirme el nivel-A, red de artistas mundial; ni ningún otro de hecho), o visionar los videolibros que alquilaba en el videoclub “La retro-zona” y un largo etc...no hacía nada, me aburría como un muerto, todo el mundo se aburría como un muerto; la sobrecarga de información que sufrían nuestros cerebros nos dejaba atontados en nuestro sillón, infinitas opciones de ocio, cada cual más interesante que la otra, conexión 24 horas 365 días del año a la red ininterrumpidamente, los simestims más recientes y toda esa droga para los sentidos, todos esos estímulos para nuestros sistemas perceptivos...y al final...te pasas toda la vida mirando, la sociedad de la información nos llamábamos, zombis sin decisión, bebés quejicas, timoratos y angustiados que se veían empujados por las fuerzas del mercado, y nosotros ilusos creíamos ser libres, porque nos dejaban elegir de que sabor queríamos el helado, ni siquiera se nos ocurrió pensar en porqué coño teníamos que atiborrarnos de puto helado, hasta el punto de que comieras lo que comieras ya no distinguías nada. Me acosté con esos inquietantes pensamientos, mis pesadillas rondándome al anochecer...

lunes, 6 de septiembre de 2010

Futuro, parte V

Una moto, al final me decidí por una moto, no gastan tanto combustible, son más maniobrables, son más rápidas, y notas un temblor en las pelotas cuando aceleras, creo que fue lo último lo que me hizo decidirme definitivamente, de todas maneras ya podría haberme encontrado el halcón milenario, porque no sabía donde estaba, ocurrieron extraños cambios en la hidrosfera después del cataclismo, y un cambio generalizado en las superficies de los continentes, en sus costas y relieves, como decía un antiguo anuncio de Michelín, (puede que incluso del siglo pasado), con un slogan que perduró hasta nuestros días con fuerza imperecedera “la potencia sin control no sirve de nada”, aunque si lo miraba de otra manera, ¿qué cojones más me daba? La corteza terrestre, según habíamos oído en las retransmisiones que siguieron al gran día, había pasado de ser un vergel, al menos en las partes donde la gente podía permitírselo, a ser en el mejor de los casos un inquietante viaje por la imaginería post apocalíptica del Hollywood de los 80, y en el peor una trampa mortal. Me sentí aliviado cuando pude poner unos cuantos kilómetros entre la improvisada fosa-aparcamiento y mis inquietudes, iba levantando un nubarrón de polvo siempre siguiendo lo que intuía como la última pista de presencia humana en la zona, una levísima impresión en el firme, una mínima concavidad que delataba, creía yo, el paso de más vehículos hacía mucho tiempo, y por supuesto, alguien que los conducía, aunque podría estar siguiendo un piloto automático es una idea que no me rondaba mucho por la cabeza; desventajas de la moto, no tenía reproductor de cassetes, aun así metí la cinta de los Credence en el petate, donde casualmente encontré una pegatina al revolver en mi bolsa como las que los padres compran a sus niños cuando son todavía niños y les interesan las pegatinas brillantes de cualquier cosa siempre que las puedan pegar en algún sitio, era un cúmulo de estrellas, con una forma estrellada exagerada, en la que crees hasta que descubres que son masas de gas y plasma incandescente con cierta forma esférica, pero no por ello dejaban de ser bonitas, las puse en un costado, en uno de los laterales del depósito de gasolina, que era de un rojo desvaído y de un rojo óxido en las partes donde la pintura se había descascarillado, ahora sí que estaba preparado, y con un centelleo del sol reflejándose en mis estrellitas de purpurina arranqué hacia lo desconocido por enésima vez.