Para gustos...

  • "Si me necesitas, llamame". Raymond Carver
  • "El ojo". Vladimir Nabokov
  • "Tokio blues". Haruki Murakami
  • "La conjura de los necios". John Kennedy Toole
  • "In the mood for love". Wong Kar Wai (pelicula)
  • "La espuma de los días." Boris Vian

Información y contacto

Reuniones: miércoles o los jueves de 14:30 a 15:30 en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Aula 3204-B.



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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Futuro, parte VI

Tenía gasolina para rato, la moto no debía gastar más de un par de litros a los cien y encontré también una garrafa que llene lo que pude de fuel, con cuidado de que no se derramase; ahora volvía a dormir al raso, usando parte del combustible para encender el fuego en el desierto, con unas poquitas ramas resecas y alguna que otra página de mis libros, en total mi alforja debía de pesar unos cuantos kilos, puede que más de diez, y como el resto de mi atuendo estaba compuesta por un sinfín de añadidos que le había ido otorgando con el tiempo, amarrándolo todo con hilo cosido o imperdibles, mis cálculos indicaban que si no me abastecía duraría con la moto menos de una semana cabalgando de 4 a 5 horas al día, y luego de vuelta al camino, antes podías recorrer a dedo todas las carreteras del país en un periodo de tiempo pasmosamente corto, siempre encontrabas a alguien a quien no le importaba llevarte hasta el siguiente pueblo, o dejarte en la próxima gasolinera.
Ahora me encontraba atravesando una ilimitada llanura, no se veía ninguna luz por los alrededores cuando anochecía, sólo si miraba hacia arriba, tampoco se veían signos de vida, la moto y yo tosíamos el polvo que se acumulaba después de la jornada de viaje, el polvo, obturaba mis vías respiratorias y el motor, los filtros que permitían una entrada limpia de oxígeno a los cilindros y que garantizaban la combustión, así que todos los días los vaciaba del maldito polvo. Cuando tenía a mi disposición mil maneras diferentes de pasar el tiempo, como alucinar con lo último en holografía 3D en los holocines que había en las afueras, o asistir a conciertos virtuales de cualquier artista de California (no tenía tanto dinero como para permitirme el nivel-A, red de artistas mundial; ni ningún otro de hecho), o visionar los videolibros que alquilaba en el videoclub “La retro-zona” y un largo etc...no hacía nada, me aburría como un muerto, todo el mundo se aburría como un muerto; la sobrecarga de información que sufrían nuestros cerebros nos dejaba atontados en nuestro sillón, infinitas opciones de ocio, cada cual más interesante que la otra, conexión 24 horas 365 días del año a la red ininterrumpidamente, los simestims más recientes y toda esa droga para los sentidos, todos esos estímulos para nuestros sistemas perceptivos...y al final...te pasas toda la vida mirando, la sociedad de la información nos llamábamos, zombis sin decisión, bebés quejicas, timoratos y angustiados que se veían empujados por las fuerzas del mercado, y nosotros ilusos creíamos ser libres, porque nos dejaban elegir de que sabor queríamos el helado, ni siquiera se nos ocurrió pensar en porqué coño teníamos que atiborrarnos de puto helado, hasta el punto de que comieras lo que comieras ya no distinguías nada. Me acosté con esos inquietantes pensamientos, mis pesadillas rondándome al anochecer...

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