Para gustos...

  • "Si me necesitas, llamame". Raymond Carver
  • "El ojo". Vladimir Nabokov
  • "Tokio blues". Haruki Murakami
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Reuniones: miércoles o los jueves de 14:30 a 15:30 en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Aula 3204-B.



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jueves, 12 de agosto de 2010

Futuro, parte III

Encontré un vehículo en la parte trasera de la gasolinera, un mustang del 67 modificado, ese trasto debía de tener más de cincuenta años, había sido de color verde pistacho, pero la lluvia, la arena y el viento se habían encargado de borrar casi toda la pintura, la tapicería era de cuero rojo, brillante como la sangre, y el volante lo habían conservado desde que salió de la fábrica, una circunferencia perfecta con molduras para los dedos del que salían dos ejes que iban a parar al centro en un ángulo de unos sesenta grados desde la vertical; abrí la puerta que rechinó y me dejé caer a la relativa comodidad de los asientos, después de un rato parado me decidí a probar fortuna con un puente, los últimos modelos de automóviles de antes de la guerra ya se deslizaban sin tocar el suelo gracias a unos electroimanes que se recargaban en gasolineras como esta o ayudados por la fuerza bruta de unos propulsores atómicos y casi estaban pilotados automáticamente por una computadora de a bordo, que en caso de estar estropeada imposibilitaba el poder conducir, era muy raro que alguien tuviera un modelo que funcionase con combustibles fósiles, pero todavía quedaban románticos cuando llegó la hecatombe, suerte para mí, el coche arrancó con un suave ronroneo y de repente con un tap se conectó el cassete, en el sonido de la cinta se escuchaba un poco de estática y un ruido que sólo podía identificarse como que la cinta llevaba mucho rodaje encima, y al cabo de unos segundos...empezó a sonar una canción, dios que delicia, que fuerza, que humano resultaba todo aquello, un hombre sentado tranquilamente en su coche escuchando música, al principio me costó identificar el grupo, habían pasado muchos años, tal vez décadas desde que los escuchara por última vez, era un sonido basto y burdo, pero lleno de calor, era rock, eran los Credence, presioné el acelerador y dejé que el caballo respirara, tenía un relincho grave y seguro, potente, que maravilla, y me dejé llevar...
Por la noche solía hacer frío, ahora que no había un ecosistema que regulase el clima, ahora que todo era un desierto de cemento, cristal y metal no había lugar para la primavera, hojeé unas de las pocas revistas que me quedaban, a parte de unos libros, y prendí un National Geographic que hablaba sobre los hábitos alimenticios de los tiburones toro y una nueva especie de planta encontrada en una isla del Pacífico, las llamas se volvieron verdes, moradas, rojas y azules al quemarse la tinta, parecía que en el fuego se formaban rostros que querían hablarme, pero yo sólo oía el crepitar de la madera, me pregunté si las leyendas de los piromantes serían ciertas, antiguamente se pensaba en el fuego como en una deidad, y había chamanes, magos o brujos que podían ver el futuro en él, yo lo intenté hasta que me lloraron los ojos, pero si había algún dios ahí fuera no me escuchó, al verme de nuevo tan solo me asaltaron las pesadillas de por la mañana, la maraña que formaba aquel pobre con sus huesos hipertrofiados, todos los seres humanos que habían perecido en la hecatombe, toda nuestra raza destruida sin poder resurgir como el fénix del fuego, todos nuestros logros condenados al olvido. Al cabo de un rato me sometió Morfeo al dulce sueño del horror y vagué por las tierras ignotas del mundo onírico.

1 comentario:

  1. Lo he leido 2 veces, la 2º con los credence de fondo, cuando se ponen canciones, me ayuda mucho a meterme en la historia :3.

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